miércoles, 29 de abril de 2015

Si hay algo de lo que está bien seguro
es que hoy la tierra donde pisa está firme,
que el reloj marcan las tres de la tarde,
que en la tele (¡por fin!) le pegaron con el clima
y por suerte no salió con un sweater de más.

No le gusta el té verde,
las frutas secas le dan igual
y si puede las separa del pan dulce.
No mira hacia arriba
para ver la transformación de los árboles en otoño,
ni la forma en la que los pájaros se comunican entre ramas.
No le atrapan las series,
y las películas las mira sólo si estaba en la grilla de las más votadas.
Supo del eclipse la semana pasada,
pero estaba muy cómodo en la cama para levantarse.
Su mundo se separa entre lo que le hace bien y lo que le hace mal,
lo que le gusta, y lo que no.
La música que encuentro especial,
la escucha, la observa, pero jamás la vuelve a desempolvar.
Si puede no leer algo de más, mejor; 
después mucho no lo va a recordar.

A mi me gustaría explorar su ser,
porque debe estar lleno de colores vivos.
Si todo lo que él no hace,
yo sí.
Cuando le cuento escenas de mi vida diaria
él dice en voz alta
las preguntas que escribí en el pizarrón en mi cabeza
y seguido una respuesta clara y concisa,
donde la verdad pesa tanto 
que el alma se me hace más ligera.
Y yo me pregunto,
qué lugar ocupaba en el espacio
en los momentos donde yo andaba preocupada 
porque el Sol no me calentaba tanto la cara
o me sentía vacía
porque todavía no encontraba un amor así,
que me desee un buen día,
y si tan bueno no lo es,
que me siembre la esperanza de que ya va a estar mejor,
porque si nadie se hacía las mismas preguntas sobre el universo antes que yo.
todo me parecía estúpido.
¿Quién iba a decirme que un alma con tanta verdad junta
no se iba a preocupar por nada?

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