Nunca me gustaron esas cosas, pero vos insistías tanto...
Que me amigué con todos tus fantasmas, esos fantasmas que tenían los corazones confundidos, que me enseñaron a sobrevivir con vos.
Hacía frío, porque el sol solía ser tu mejor amigo, pero el peor de ellos.
Junté mi amor en una cápsula de hielo, y desde el frío mismo se mantuvo.
¿Y qué les iba a decir?
Cada uno de ellos transformaron el día por la noche,
cuando todos mis luceros dispararon hacia vos.
¿Dónde estaba y cuanto tiempo había pasado? ¿Tanto frío? ¿Tantos fantasmas?
¿Y mis soles? ¿Y el calor de mi cuerpo? ¿Y todos mis colores?
Me puse mi saco rojo de lana, y salí.
Pasé esa puerta...
Y desde lejos, ví como me saludaba tu alma
No hay comentarios:
Publicar un comentario