domingo, 3 de abril de 2016

Hubo noches en las que él adivinaba la tormenta que yo tenía en la cabeza y eso equivalia a dar vueltas en la cama, no dejarlo dormir hasta que me diga todas las palabras que queria escuchar para calmar a la pequeña grande bestia de mi ansiedad. Pero una fue diferente.
Terminamos tirando el acolchado de la cama al piso del balcón, nos sentamos en indio y nos tapamos. Mirábamos a la gente pasar, y hablábamos de todo lo que nos inquietaba.
Recuerdo que le hice una pregunta de raíz, y cuando nos quisimos dar cuenta, sus ramas nos taparon por encima. Él hablaba de sus sueños y sus ganas de ser, y yo miraba cómo cambiaba el semáforo una y otra vez. Porque esa historia ya la había escuchado, pero la contaba con tanta emoción que era imposible interrumpirlo, y tampoco tenía con qué fundamentos defender su postura: siempre supimos que nuestros sueños no eran los mismos, y nos preguntábamos una y otra vez por qué estabamos tan enamorados si eramos de mundos diferentes y estabamos creados totalmente a la inversa. Y por ese motivo estabamos sentados ahi. Porque esos momentos llenos de preguntas hacia lo que sentíamos el uno del otro eran repetitivos, y tarde o temprano siempre llegaban, y armaban un abismo que nos dejaban al borde de todas nuestras emociones. Nunca nos animamos al salto, a dejarlo todo, a abandonarnos.
Quizás mis ojos en blanco marcaron el final de su relato y le dieron lugar a unos segundos de silencio absoluto.
De repente suspiró, rompió el silencio, me miró fijo y me dijo:
"Mira, no tenes la sensación de que todas esas personas apuradas, mirando hacia todos lados, mirando sus celulares, inestables e histéricos, están buscando algo o a alguien? Yo, por más que no me conforme con nada, siento que no tengo que buscar nada. Mi lugar lo encontré, y era con vos, acá en este lugar. Al lado tuyo".
Nunca terminé una noche post-crisis tan enamorada de él.
Y pensar que desde esa noche nuestro amor cambió tanto, y esa situación parece tan lejana y de otra vida, que ya no nos pertenecemos. Que ese lugar que parecía tan firme, nos encontró con tormentas a los dos y se derrumbó llevándolo todo, inclusive nuestras rutinas que ya son recuerdos.
Hoy en ese balcón hay otro amor
 otras preguntas y otros sueños.
Hoy nosotros
estamos apurados
mirando hacia todos lados
pasando los semáforos en rojo
Y buscando algo o alguien
 que nos haga renacer después de tanta destrucción
y que nos vuelva a subir
 a ese balcón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario