martes, 4 de agosto de 2015

Tengo una canción favorita, que dura seis minutos cincuenta y dos segundos. me hace bailar, me pone feliz, y a la vez me da nostalgia. Me hace acordar a los días de verano del año pasado, a los parques que recorrí, sentándome en ellos con distintas amistades mientras tomábamos unas birras y fumábamos algunos porros. Me hace querer volver todo el tiempo a ese recuerdo, que no es tan lejano porque ese espíritu vivo sigue estando, pero a la vez el invierno me dice que levantó una pared de hielo y hojas secas que no puede derribarse, al menos hasta que vuelva la primavera. Yo entendí, entendí todo eso. Así que cada vez que voy por la calle con mis auriculares nunca desaprovecho la oportunidad de escuchar esa canción, para que me mantenga con ganas de volver a repetir ese verano tan lindo que me llena de fuerzas. 
Algo parecido me pasa cuando me acuerdo de vos y esos tan poquitos momentos ínfimos que pasamos, y me dan ganas de volver aún sabiendo que nosotros también nos creamos esa pared que no nos deja volver a ser verano. Y quizás jamás seamos porque nunca llegamos al Sol, pero siempre estoy con ganas de querer volver, y darnos una inmensidad de oportunidades para ver que si lo hubiéramos intentado en un millón de mundos paralelos podríamos ser... aún sabiendo que quizás nunca seamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario